El atardecer caía con un resplandor cálido, las nubes teñidas de un tono rosa-grisáceo dibujaban una tarde perfecta. En la pradera jugueteaban cerebro y corazón, divirtiéndose hasta mas no poder.
––Esto de ser amigos me encanta. Dijo el entusiasmado corazón.
––A mi también. Tu me ayudas , yo te ayudo. Dijo el cerebro.
––Siento más coraje y más fuerza, mi latir está acelerado.
––Creo que gracias a ese latir, yo disfruto de más oxígeno.
––Sonríe amigo, quiero una selfie contigo.